UNA TERRAZA EN LA CIUDAD

En la terraza de mi casa se pueden escuchar músicas tribales, de mis vecinos del Magreb, me evocan EL CIELO PROTECTOR de Bernardo Bertolucci, un triángulo amoroso en ruta por tierras exóticas del norte de Africa, años cincuenta, un viaje en busca del sentido de la existencia y de su propia relación que les arrastrará a la locura y a la desesperación.
La escena que me viene a la mente al son de la música, es la de un John Malkovich genial,
pagando una y otra vez a unos músicos nativos para que toquen sin cesar, mientras él, enfermo y enloquecido por los efectos de la fiebre, ejecuta una danza infernal.
Debra Winger, su pareja, tras enterrarlo en pleno desierto, empieza una peregrinación por la arena, en un intento suicida de alcanzar la civilización; es recogida por una caravana nómada, dirigida por un hombre de una gran belleza que la incluye en su harén, convirtiéndola en su concubina y gozando de un sexo arrebatador, en una relación sin ninguna posibilidad de futuro...