UNA DE CARNAVALES

Se vistió con todas las chaquetas que encontró en el piso, vivían cinco chicas más con ella, así que cuando apareció disfrazada de persona obesa resultaba muy creíble, las piernas y la cara normal, el cuerpo enorme, descomunal, encima de todo una americana de su padre del año de la pera. Era la más guapa pero ya estaba harta de serlo, quería sentirse al límite, a sus anchas, de esta manera se fué a ver el carnaval, le costaba hacerse un hueco entre la multitud, sus amigas se reían sin parar por las pintas y las dificultades.
Pronto y a pesar del clima empezó a tener mucho calor, la cosa empeoró cuando entraron en aquel local lleno hasta los topes, la gente celebrando el carnaval, bebiendo y bailando, llevaba ya unas cuantas cervezas encima y giraba cual peonza de un lado para otro, al mismo tiempo iba desprendiéndose una a una de todas las chaquetas, primero perdió la americana de su padre, después todo lo demás, se quedó sólo con una camiseta de tirantes y aún así se abrasaba de calor, salió a la calle y se fué con un conocido, por lo visto pasaron un rato revolcándose en el paseo marítimo, entre la muchedumbre exaltada, alguien los vió y nos lo contó, a partir de aquí le perdimos la pista.
Regresó a casa por la mañana, la acompañaban dos chicos del Opus Dei que la regañaban sin cesar por donde y como la habían encontrado, se las daban de moralistas, la rescataron de unos nauseabundos lavabos medio helada de frio y con una tremenda borrachera.