LOS BURDELES DE PAPRIKA

Páprika es la prostituta ideal, aunque empieza su andadura forzada por el caradura de su novio, pronto le coge el gustillo a la profesión, ve que puede ganar mucho dinero, pero sobretodo disfruta con el sexo y con el ambiente de los burdeles.
Esta obra magistral de TINTO BRASS nos ofrece la posibilidad de ver las casas de prostitución italianas de los años "50" desde dentro, con sus buenos y también malos momentos y con una guía de excepción, una rotunda mujer que interpreta a Páprika, la prostituta más dulce, morbosa, imaginativa y bella que se pueda imaginar, y eso que no sigue la estética al uso ni por casualidad, entradita en carnes por la parte delantera y trasera, no se corta un pelo a la hora de lucir magníficos escotes y trajes ceñidos a punto de reventar, como el que lleva en la famosa escena del tren que se dirije a Roma, en el que Marco, un chulo de lo más brutal, la posee medio a la fuerza primero, sucumbiendo sin remedio después, a tanta masculinidad.
Otra de mis partes favoritas es cuando Páprika se traslada a Marsella, maravilloso el baile en el bar portuario agarrada a un jovenzuelo que le hace de chulo y entonces aparece su marinerito, el gran amor de su vida; celebran el encuentro haciendo el amor al aire libre, terminando ella por ofrecerle todo su dinero, con lo cuál se ve obligada a tener que trabajar en un sórdido burdel sacado de una pesadilla.
La música es casi siempre la misma en todos los films de TINTO BRASS, convirtiéndose en característica esencial que marca ése tono erótico con tintes cómicos, en éste título también suena una canción de Edith Piaff que le da un toque único a otra escena erótica con el marinero.
Junto con EL HOMBRE QUE MIRA son mis títulos preferidos del gran TINTO BRASS.